Magdalena

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La tuerta, así la llamaban. En el pueblo tenían una gran tendencia a la socarronería y a la invención de motes. Pero Magdalena tenía dos ojos sanos, rellenos de mar, que siempre miraban desde la distancia. Solía asomarse a la ventana para alimentar una curiosidad hambrienta que tenía desde pequeña y conservaba en la edad adulta. Puedo recordarla allí, estática, con media cara oculta por un abanico que simulaba la cola de un pavo real. Tan llamativa y a la vez tan discreta. Mostrando aquel ojo vivo, grande, y ocultando el otro, el que la gente daba por muerto.

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Texto: Elena de la Cruz (¡gracias!)  Imagen: laperroverde

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Felices fiestas

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Finalmente pude recolectar todos los ingredientes para que ninguno de vosotros se quede sin su postal navideña. Mis paseos por l’Empordà, con su tramuntana y paisajes mágicos, me han inspirado, como hacen siempre.

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Pasad unas felices fiestas y a los que no os guste la navidad, simplemente disfrutad del maravilloso frio y de las horas oscuras del invierno. El frio y la oscuridad alimentan el espíritu introspectivo e íntimo, que es algo digno de ser disfrutado, celebrado y, en el mejor de los casos, compartido.

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